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Descubre las apasionantes aventuras de un grupo de amigas en el S. XIX

martes, 12 de julio de 2011

Ficha Derek McBean



Nombre: Derek McBean
Edad: 28
Residencia Permanente: Las tierras de mi familia se encuentran en Inverness, la parte oeste de la propiedad linda con el lago Ness. La residencia principal de la familia es Dorasbean- Shìdh un castillo del siglo XIV al que mis antepasados fueron ampliando según fue necesario. . . y ahora me toca a mí llevarlo a la era de la modernidad (Las goteras provocaran un día un derrumbe), pero tiene la vista más hermosa que te puedas llegar a imaginar.
Residencia Temporal: No se puede decir que tenga una residencia temporal, más bien muchas. Desde que terminé mis estudios he estado viajando por el continente, aunque sí que puedo decirte cual es mi residencia favorita, nada como Viena o Praga.
Formación: empecé mis estudios en la universidad de Edimburgo, aunque lo que se dice terminarlos eso ya es más difícil de definir, casi todas las capitales continentales me han visto pasar para conocer los nuevos avances tecnológicos, aunque también me he interesado bastante por la anatomía femenina, jajaja.
Color: Naranja cobrizo.
Comida favorita: Fuera de Escocia nunca me oirás decir que no me gusta el Haggies, pero realmente lo odio, tiene que ser algún trauma infantil. Lo que me encanta y llevo demasiado tiempo sin probar es el asado de venado con arándanos de Bessie, regado con el mejor Wishky del mundo, el de mi tío Iain.
Obra de Teatro favorita: Realmente hace bastante que no voy, no es uno de mis pasatiempo favoritos.
Pasatiempos: siempre he dicho que el saber no ocupa lugar, pero también me gusta divertirme de vez en cuando, y con esto quiero decir ir de parranda con mis primos, pescar ,jugar al golf, nadar.
Libro favorito: Mi libro favorito es ‘’Fausto’’, de Goethe.
Aspiraciones: Poder mejorar la calidad de vida de mi familia, con los conocimientos que he ido acumulando en estos años fuera.
Deseo secreto: dejar todas estas responsabilidades familiares y seguir conociendo mundo.


domingo, 10 de julio de 2011

Ficha Anthony Tarnen


Nombre: Anthony Tarnen
Edad: 28
Residencia Permanente: el “Dama Ígnea”, mi barco, es lo único que necesito.
Residencia Temporal: cualquier puerto en el que tenga que desembarcar a buscar provisiones.
Formación: tuve una formación aristocrática, pero el mar ha sido mi verdadero maestro.
Color: azul turquesa.
Comida favorita: ¿el ron se considera comida? Si no, cualquier cosa que pueda regarse con él.
Obra de Teatro favorita: el teatro es de aristócratas encorsetados en sus estúpidas normas. Yo prefiero una buena representación en una buena cama y con una buena mujer.
Pasatiempos: buscar tesoros y resolver misterios. Libro favorito: “Mounseer Nongtongpaw” del John Taylor.
Aspiraciones: hacer prosperar mi negocio, ya sea legal o ilegal.
Deseo secreto: encontrar un verdadero hogar, de esos que se construyen sobre la tierra firme.

Ficha Daniel Montoya

Nombre: Daniel Montoya
Edad: 25
Residencia Permanente: un precioso y soleado pueblo español, ya sabes, lo típico.
Residencia Temporal: viajo mucho y siempre hay gente dispuesta a recibirme. Aunque algunos no con una sonrisa (pero si sus esposas).
Formación: si yo te contara… pero no puedo (risas).
Color: rojo.
Comida favorita: depende de quién pregunte y de quien cocine. En casa, flores dulces.
Obra de Teatro favorita: “El burlador de Sevilla” de Tirso de Molina, no sé porque, hay algo que me hace sentirme identificado (risas).
Pasatiempos: descubrir tus más oscuros secretos… tus trucos de caza, hombre.
Libro favorito: cualquier cosa del genio Quevedo.
Aspiraciones: admirar las bisagras del retrete del Rey de Inglaterra. Seguro que son de oro (risas).
Deseo secreto: poder estar con alguien con quien no tenga que llevar una máscara.

Ficha Jean D’Lincour

Nombre: Jean D’Lincour
Edad: 29
Residencia Permanente: la casa de la familia es Lincour House, a las afueras Londres, aunque hace unos años que tengo mi propia residencia de soltero, también en la capital. Acojo en ella a los mellizos, aunque espero que pronto encuentren su propia casa, sus juergas son a veces insoportables.
Formación: fui a Eton y después a Cambrige.
Color: Verde.
Comida favorita: Quiche Lorraine.
Obra de Teatro favorita: últimamente la obra es irrelevante, me interesa más lo que ocurre en el palco de al lado.
Pasatiempos: tomar una copa de coñac mientras juego una partida de billar con mis amigos en el club.
Libro favorito: la Odisea, del clásico Homero.
Aspiraciones: llegar a ser un Duque respetable como mi padre.
Deseo secreto: sé que es inalcanzable, pero me gustaría recuperar mi herencia francesa, ver alguna vez la Mansion du Fleur.

Ficha Robert Hardwich


Nombre: Robert Hardwich
Edad: 27
Residencia Permanente: Boston
Residencia Temporal: cualquier barco de “Seagullfast” (mi amada compañía naviera).
Formación: nací en un barco ¿en realidad necesitas más explicaciones?
Color: azul grisáceo, como el mar cuando hay tormenta.
Comida favorita: cualquier cosa fresca, nada que pueda conservarse más de tres días en la bodega de un barco.
Obra de Teatro favorita: eso es para estirados aristócratas ingleses.
Pasatiempos: tocar la armónica, y lo hago muy bien (y si no preguntadle a mi tripulación).
Libro favorito: el código y leyes de comercio marítimo de los Estados Unidos.
Aspiraciones: venganza.
Deseo secreto: vivir en paz.

miércoles, 21 de julio de 2010

Libro de Anne


El sonido de la lluvia golpeando los adoquines de las calles de Londres ocultó el fuerte portazo que sufrió la puerta del número veintiuno de la avenida Picadilly. Los demás habitantes de la ciudad no vieron a la oscura silueta que corría a un ritmo desesperado por las calles, sin rumbo específico, intentando desdibujarse con las sombras de la ciudad. El agua que caía del cielo se mezclaba con sus lágrimas y le impedía ver con claridad. Una dama, que subía a su carruaje ayudada por su lacayo, recibió un empujón que la hizo trastabillar, y sin embargo, no recibió la conveniente disculpa. Miró indignada a la silueta que se alejaba empapada, sin reparar en ella, con una capa oscura ondeando tras de sí.
- ¡Será grosero! – exclamó con soberbia, mientras recogía las faldas de su vestido y subía al carruaje por sí sola.
Aquella figura apenas había notado el golpe, al igual que no se daba cuenta del frío, el cansancio y la humedad que atenazaban su cuerpo.
Decenas de frases y sentimientos se arremolinaban como un torbellino en su mente, dejándola aturdida. Pero, poco a poco, un solo sentimiento se abrió paso dentro de ella. El dolor que provoca la traición. Una traición que había llegado sin ser esperada, de la persona que más admiraba. No recordaba muy bien como había comenzado todo, quién grito primero, quién fue el primero en empezar a revelar secretos del pasado, enterrados en el tiempo, que para ella habían abierto una brecha que ya no podría volver a cerrarse en los sólidos muros que habían constituido su vida. Nunca más volvería a formar parte de la familia, no como antes. Ya sabía por qué su madre la había dejado siempre al cuidado de una criada y se había mantenido más fría que con el resto de sus hermanos. Aunque, en realidad, ya no tenía porqué volver a llamarla “madre”, al menos dentro de la familia. Sus palabras le seguían acuchillando el corazón cada vez que las recordaba. “¡La he tratado siempre como una hija, todo lo he hecho por ti, y ahora, me traicionas llorando su muerte!”. El silencio de su padre había sido toda la confirmación que necesitaba. Pero no todo había acabado ahí. “¡Esa bastarda sin nombre, la hija de una sucia prostituta! ¡Sólo tú podrías haberte atrevido a pedirme que la albergara bajo nuestro techo y dijera a todos que era mi propia hija! ¡No es más que el fruto de tu vergüenza!”. “No fue más que una noche... – había respondido él – ni siquiera la he vuelto a ver, hasta que hoy me han llegado estas tristes noticias…”. En ese momento había sido cuando sus pensamientos se habían descontrolado, y sus pies se había movido por voluntad propia, lazándola a una carrera por las frías calles de Londres, en las que se había convertido en una espejismo de lo que antes creía haber sido en realidad, ahora era alguien totalmente desconocido hasta para ella misma. Un carruaje pasó a gran velocidad por su lado, levantando una cortina de agua que cayó encima de ella, pero apenas lo notó, ya que para entonces estaba calada hasta los huesos.
Volvieron a resonar en su cerebro las duras palabras de quien hasta entonces había considerado su madre. Sin importar su comportamiento, esa mujer había sido un pilar importante en su vida… hasta ese momento en el que todo cariño que sentía por ella había quedado roto por las crueles palabras que le había dedicado, llenas del rencor que había estado alimentando durante sus dieciocho años de vida.
Bastarda… hija de una sucia prostituta… fruto de la vergüenza… esas eran las únicas palabras de cariño que le había dedicado desde hacía bastante tiempo, pensó con amarga ironía.
Sus pies chocaron con algo duro que la hizo tropezar y caer al suelo. Instintivamente colocó los brazos por delante para protegerse la cara. Al impactar contra el suelo no tuvo fuerzas para volver a levantarse. Podía permitirse un breve momento de debilidad, sólo sería un segundo.
Un carruaje negro se detuvo justo al otro lado de la calle, un lacayo vestido impecablemente con un uniforme azul y plata bajó de un salto del pescante y abrió la puerta con presteza. Una figura alta esperaba sentada a que bajara los escalones, y apoyando una de sus manos enguantadas en la del lacayo descendió hasta que sus pies tocaron el suelo. La figura abrió un paraguas negro, y con mucha seguridad empezó a caminar lentamente hacía donde la muchacha se encontraba. Con cada paso que daba se escuchaba el sonido de los tacones contra el suelo mojado, la muchacha levantó la cabeza para observar a la persona que se acercaba a ella. Su mente parecía querer decirle que conocía a esa mujer de cabellos dorados, porte elegante y esbelta figura, que se había detenido, pero no llegaba a recordar de que le sonaba su cara en el caos en el que se había convertido su mente.
Sin previo aviso la mujer se agachó, y cogiéndola de la muñeca tiró de ella hacia arriba, obligando a su cansado cuerpo a ponerse de pie. Cuando se atrevió a mirarla a los ojos, unos fríos témpanos de hielo la atravesaron. Describiendo un arco, la mano de la mujer golpeó su mejilla, como en un sueño, el sonido que produjo el golpe sumado al lacerante dolor que sentía en el lado izquierdo de la cara, hicieron que algo del estupor en el que estaban sumidos su cuerpo y su mente se evaporara. La chica llevó su propia mano hacía la mejilla lastimada y entonces sí que pudo reconocer quien era la persona que se encontraba frente a ella.
- Jaqueline D’Lincour…
- No me llames de esa manera - dijo Jaqueline con ira contenida.
- Me decepciona tu actitud, siempre has sido fuerte pero te acabas de comportar como una niña malcriada. Sea lo que sea lo que haya pasado, no justifica tu comportamiento – replicó la mujer con fría serenidad.
Después, inclinó la cabeza a un lado mientras dibujaba una sonrisa en sus labios.
- Además nunca estarás sola, nosotras siempre estaremos aquí para ayudarte.
Jaqueline se dejó caer en los brazos de su amiga abrazándola fuertemente, y ésta, aunque después nunca lo reconocería correspondió a su abrazo.
- Evelyn…
En las sombras del carruaje otras tres figuras se levantaron, y bajaron a toda prisa sin prestar atención a la mano del lacayo que quedó colgando en el aire en un intento de ayudarlas. Corrieron hacía las dos mujeres y las rodearon abrazándolas.
Una vez instaladas en el carruaje, Jaqueline pasó a relatarles lo que le había sucedido.

Sobre nosotras


Evelyn: la frase más odiada por Eve era la de “no deberías meter tu bonita nariz en negocios. Eso es propio de hombres y plebeyas”. Contradecía todo lo que su padre le había enseñado desde pequeña. Siempre está preocupada por sus finanzas, manejando la herencia de su difunto padre. Esta ocupación ha conseguido labrarle un carácter frío, distante, controlador aunque intachablemente cortés. Pocas personas han podido conocerla más allá de su fachada intachable.
Rebecca: la cantinela que desde pequeña le habían repetido a Reb, y que pasó a ser el lema más odiado de la muchacha era “los hombres no aprecian que les den lecciones, prefieren una cabeza vacía y una sonrisa bonita”. ¿Una cabeza vacía? Pensaba cada vez que lo escuchaba ¿Cómo alguien podía tener la cabeza vacía cuando había tanto que leer y que aprender? Sentía una pasión desmedida por los libros, se escondía en ellos y tras sus gafas. Aún así en Lilihum encontró…”cabezas llenas”.
Catherine: la directora del internado intentó inculcarle una regla muy importante para una dama de su posición: “no debes mostrar excesivo interés por los hombres o pensarán que eres una cualquiera”. Ella nunca entendió porque, si desde pequeña el sexo contrario le había prestado una desmedida atención, la advertencia se la tenían que hacer a ella. Además su carácter indomable no le permitía dejarse domar por las rígidas reglas de la alta sociedad.
Jaqueline: “está bien ser reservada, pero tu futuro marido agradecerá un poco de interés”. Un marido, eso era un problema que ella no estaba dispuesta a soportar, así que no veía donde estaba el reparo a que su carácter fuera retraído. Le costaba mucho hablar con la gente y expresar sus sentimientos, pero tenía a su familia, y desde su paso por Orquídeas, también tenía a sus amigas, por lo que poco más le podía importar a ella si a ellos no les importaba su forma de ser.
Anne: desprendía vitalidad por todos los poros de su piel, era encantadora por naturaleza, pero había gente que la consideraba demasiado imprudente, impulsiva. Había una afirmación que podía hacerle perder la sonrisa, repetida hasta la saciedad por su niñera, en un intento de refrenarla “tanta efusividad terminará agotando hasta al hombre más persistente”. Eso era una tontería para ella, que estaba totalmente convencida de que el hombre que se casase con ella lo haría por amor, que no le importaría como fuese su personalidad, porque se aceptarían tal como fueran. Poca gente apoyaba su teoría, solo alimentada por su prima Rebecca, aunque las demás intentasen convencerla de lo contrario.